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lunes, 15 de agosto de 2011

Amok

«Es más que una embriaguez..., es una locura, una especie de rabia humana..., un ataque de monomanía homicida, insensata, que no se puede comparar con ninguna intoxicación alcohólica...Pues bien, el amok,..., sí, el amok es esto: un malayo, un hombre cualquiera, sencillo y de buena pasta, bebe ese brebaje..., está ahí sentado, abúlico, indiferente, abatido..., igual que yo estaba en mi habitación..., y de repente, se pone en pie de un salto, coge su puñal y sale corriendo a la calle..., corre en línea recta, siempre derecho..., sin saber adónde... Todo cuanto se interpone en su camino, hombre o animal, él lo abate con su kris y el delirio de la sangre lo vuelve aún más furioso... Mientras corre le sale espuma de la boca, aúlla como un loco..., pero sigue corriendo y corriendo, no mira a la derecha ni a la izquierda, corre lanzando gritos agudos, con su ensangrentado puñal, siguiendo siempre esa misma y espantosa línea recta... Las gentes de los poblados saben que ninguna fuerza puede detener al loco homicida..., de modo que, cuando lo ven previenen a los demás con gritos de «¡Amok, amok!», y todo el mundo huye..., pero él corre sin oír, corre sin ver, derriba todo lo que encuentra a su paso..., hasta que lo matan de un tiro como a un perro rabioso o cae él mismo, exhausto, echando espuma por la boca...»

Estefan Zweig. Amok. Acantilado. Barcelona, 2003.