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lunes, 29 de septiembre de 2008

Intolerancia

«A los diez años, una tarde de tíos y pontificantes homilías histórico-políticas a la sombra de unos paraísos, había manifestado tímidamente su primera reacción contra el tan hispanoítalo-argentino "¡Se lo digo yo!", acompañada de un puñetazo rotundo que debía servir de ratificación iracunda. Glielo dico io! ¡Se lo digo yo, carajo! Ese yo, había alcanzado a pensar Oliveira, ¿qué valor probatorio tenía? El yo de los grandes, ¿qué omnisciencia conjugaba? A los quince años se había enterado del "sólo sé que no sé nada"; la cicuta concomitante le había parecido inevitable, no se desafía a la gente de esa manera, se lo digo yo. Más tarde le hizo gracia conprobar cómo en las formas superiores de cultura el peso de las autoridades y las influencias, la confianza que dan las buenas lecturas y la inteligencia, producían también ese "se lo digo yo" finamente disimulado, incluso para el que lo profería: ahora se sucedían los "siempre he creído", "si de algo estoy seguro", "es evidente que", casi nunca compensado por una apreciación desapasionada del punto de vista opuesto».

Julio Cortázar. Rayuela. Seix Barral. Barcelona, 1984.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Lentitud

«¿Por qué habrá desaparecido el placer de la lentitud? Ay, ¿dónde estarán los paseantes de antaño? ¿Dónde estarán esos héroes holgazanes de las canciones populares, esos vagabundos que vagan de molino en molino y duermen al raso? ¿Habrán desaparecido con los caminos rurales, los prados y los claros, junto con la naturaleza? Un proverbio checo define la dulce ociosidad mediante una metáfora: contemplar las ventanas de Dios. Los que contemplan las ventanas de Dios no se aburren; son felices. En nuestro mundo, la ociosidad se ha convertido en desocupación, lo cual es muy distinto: el desocupado está frustrado, se aburre, busca constantemente el movimiento que le falta».

Milan Kundera. La lentitud. Tusquets. Barcelona, 1995.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Ambición

«Este esfuerzo por conseguir que todos aprueben lo que uno ama u odia es, en realidad, ambición, y así vemos que cada cual, por naturaleza, apetece que los demás vivan como él lo haría según su índole propia, y como todos apetecen lo mismo, se estorban los unos a los otros, y, queriendo todos ser amados o alabados por todos, resulta que se odian entre sí».

Baruch Spinoza. Ética (Escolio de la Prop. XXXI de la Parte III). Alianza Editorial. Madrid, 2007.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Memoria

«Pero, por veces, brinca el solcillo radiante de un recuerdo de juventud, y en algún lugar derrite la nieve, y es como si en la soledad del mundo un pasajero desconocido encendiese una pequeña hoguera, y vas tu y por una hora te calientas al amor de ella. ¡Memorias, memorias, memorias!»

Álvaro Cunqueiro. Merlín y familia. Destino. Barcelona, 2003.

martes, 16 de septiembre de 2008

El infierno de los buenos sentimientos

«El que se halla abocado en permanencia a una silla de ruedas necesita que se le considere apto a asumir plenamente que está abocado a una silla de ruedas; no necesita en modo alguno que se le desprecie organizándole una gymkhana mediante la cual se identifique ilusoriamente (¡y a precio de terrible resaca!) al que marcha por su propio pie.
Supongamos por un momento que este último sufre de hepatitis crónica, mientras que en el primero el hígado funciona impecablemente. ¿Organizaremos un ágape con foie-gras light y vinos aguados para que el hepatítico y sus compañeros de desgracia no se sientan marginados de los ritos gastronómicos, tan importantes para la generalidad de los ciudadanos?»

Víctor Gómez Pin. Los ojos del murciélago. VIDAS EN LA CAVERNA GLOBAL. Seix Barral. Barcelona, 2000.

lunes, 15 de septiembre de 2008

El cínico

«Psicológicamente se puede comprender al cínico de la actualidad como un caso límite de melancólico, un melancólico que mantiene bajo control sus síntomas depresivos y, hasta cierto punto, sigue siendo laboralmente capaz.
Una cierta amargura elegante matiza su actuación. Pues los cínicos no son tontos y más de una vez se dan cuenta, total y absolutamente, de la nada a que todo conduce. Su aparato anímico se ha hecho, entre tanto, lo suficientemente elástico como para incorporar la duda permanente a su propio mecanismo como factor de supervivencia. Saben lo que hacen pero lo hacen porque las presiones de las cosas y el instinto de autoconservación a corto plazo, hablan el mismo lenguaje y les dicen que así tiene que ser. De lo contrario otros lo harían en su lugar y quizás peor».

Peter Sloterdijk. Crítica de la razón cínica. Siruela. Madrid, 2003.

Bienvenida

Soy novel en el mundo de los blogs y este es el primero que edito. Lo dedicaré a citar textualmente a otros, de ahí lo de «Líneas ajenas». ¿Y por qué citar? Como dice Fernando Savater en su Diccionario filosófico: por modestia y por orgullo. «Se cita por modestia, reconociendo que el acierto que se comparte tiene origen ajeno y que uno llegó después»; y por orgullo porque, como dijo Borges, «es más digno y más cortés,…, enorgullecerse de las páginas que uno ha leído que de las que ha escrito». Citaré para referirme a ideas con las que estoy de acuerdo, o porque simplemente me gusta cómo se dice algo. Los temas serán variados y caprichosos, sólo guiados por mis preferencias y mi visión del mundo. Yo, modestamente, escribiré algo mío muy de tarde en tarde, pero ese no es el objeto del blog.

Me gustaría dejar clara mi convicción de que una imagen no vale más que mil palabras. Difícilmente con una imagen se pueden describir ideas, estados de ánimo, emociones, sentimientos, reflexiones, situaciones, etc.

Referenciaré todas las citas, puesto que es justo reconocer la autoría de un texto. Y de vosotros, mis amables visitadores, espero vuestros comentarios. Además, poco a poco introduciré algunos enlaces preferidos, la mayoría en relación con la palabra.

Este es un cuaderno de bitácora y como tal, navega en mi barco conmigo, al lado del timón. Hoy zarpa el barco en viaje de placer, ya veremos a donde nos lleva la palabra. Espero os sea grata la visita a este blog.

Liberalia.

- En esta bienvenida se citó a Fernando Savater. Diccionario filosófico. Editorial Planeta. Barcelona, 1999.