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lunes, 29 de septiembre de 2008

Intolerancia

«A los diez años, una tarde de tíos y pontificantes homilías histórico-políticas a la sombra de unos paraísos, había manifestado tímidamente su primera reacción contra el tan hispanoítalo-argentino "¡Se lo digo yo!", acompañada de un puñetazo rotundo que debía servir de ratificación iracunda. Glielo dico io! ¡Se lo digo yo, carajo! Ese yo, había alcanzado a pensar Oliveira, ¿qué valor probatorio tenía? El yo de los grandes, ¿qué omnisciencia conjugaba? A los quince años se había enterado del "sólo sé que no sé nada"; la cicuta concomitante le había parecido inevitable, no se desafía a la gente de esa manera, se lo digo yo. Más tarde le hizo gracia conprobar cómo en las formas superiores de cultura el peso de las autoridades y las influencias, la confianza que dan las buenas lecturas y la inteligencia, producían también ese "se lo digo yo" finamente disimulado, incluso para el que lo profería: ahora se sucedían los "siempre he creído", "si de algo estoy seguro", "es evidente que", casi nunca compensado por una apreciación desapasionada del punto de vista opuesto».

Julio Cortázar. Rayuela. Seix Barral. Barcelona, 1984.

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