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martes, 10 de febrero de 2015

Practicar la saudade

«Pienso en toda esa gente a la que hace un rato he visto practicar la saudade en el campo das Cebolas. La ciudad entera está llena de solitarios dominados por la nostalgia del pasado. Sentados en sillas públicas, que en los miradores o en los muelles el propio ayuntamiento ha dispuesto para ello, los practicantes de la saudade cayan y miran hacia la línea del horizonte. Parece que estén esperando algo. Cada día, con perseverancia admirable, se  sientan en sus sillas y esperan mientras evocan días del pasado. Lo suyo es la melancolía, cierta tristeza leve. Pienso en ellos ahora mientras me digo que es ridículo que ande yo por aquí desolado cuando, entre otras muchas cosas, soy todavía joven, dueño de una próspera cadena de tintorerías, tengo una esposa guapa e inteligente, puedo viajar a donde me plazca, atraigo fácilmente a las mujeres que me gustan, quireo mucho a mis dos hijas, mi salud es de hierro. No, no parece razonable que vaya yo ahora por aquí, por entre las jacarandas del Largo do Carmo, dominado por recuerdos de infancia y dejando tras de mí una estela inagotable de tisteza leve».

Enrique Vila-Matas. Suicidios ejemplares (Muerte por Saudade). Anagrama. Barcelona, 2000.