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domingo, 26 de noviembre de 2017

La sociedad expuesta

«En la Sociedad expuesta, cada sujeto es su propio objeto de publicidad. Todo se mide en su valor de exposición. La sociedad expuesta es una sociedad pornográfica. Todo está vuelto hacia fuera, descubierto, despojado, desvestido y expuesto. El exceso de exposición hace de todo una mercancía, que "está entregado, desnudo, sin secreto, a la devoración inmediata". La economía capitalista lo somete todo a la la coaccción de la exposición. Solo la escenificación expositiva engendra valor; se renuncia a toda peculiaridad de las cosas. Estas no desaparecen en la oscuridad, sino en el exceso de iluminación: "Más en general, las cosas visibles no concluyen en la oscuridad y el silencio: se desvanecen en lo más visible que lo visible: la obscenidad.

Byung-Chul Han. La Sociedad de la transparencia. Herder. Barcelona, 2013. El autor cita a J. Baudrillard. Las estrategias fatales.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Las brujas

«Una clase de aquellas a las que se tacha de brujas son mujeres generalmente viejas de ojos turbios, tullidas, pálidas, malolientes y marcadas de arrugas, pobres, hurañas, supersticiosas y papistas; o mujeres que no conocen religión, en cuya razón aletargada ha encontrado el Diablo un buen asiento. Y de este modo, fácilmente son llevadas a creer que cualquier accidente, infortunio, calamidad o muerte acontece por su causa, con lo que se imprime en su razón la firme y constante creencia imaginaria de que esto es así. Son enjutas y contrahechas, y reflejan sus rostros melancolía para horror de cuantos los contemplan. Son chochas, gruñonas, locas, diabólicas y no muy distintas de aquellos a los que se tiene por poseídos de los espíritus. Tan firmes y categóricas en sus opiniones que únicamente quien presta la debida atención a sus palabras se libra de caer en la fácil creencia de que hay en ellas verdad».

Reginald Scot. De El descubrimiento de la brujería, de, 1584; en El libro de las brujas, Katherine Howe (ed), Editorial Alba.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Los hombres

..«aquellas criaturas que han fracasado a la hora de seguir siendo animales».

Peter Sloterdijk. Reglas para el parque humano. Una respuesta a la carta de Heidegger sobre el humanismo. Siruela. 2000.

martes, 3 de octubre de 2017

Los bares


«Nadie puede estar seguro de si fueron antes los bares o el barrio... O es que realmente el barrio no fue barrio hasta que surgieron sus bares. No en vano, decía Sabina que en Vallecas hay más bares que en toda Dinamarca.

El bareto es ese sitio donde parece que no pasa nada y está pasando todo; junto con los mercados, el centro neurálgico, es donde mejor se percibe el latido de la vida de barrio. Son lugares intergeneracionales, interdisciplinares, donde se reúne la gente más variopinta, en definitiva donde se mueve el cotarro. Si no encuentras a alguien, está en el bar. Seguro. En los bares de barrio se desayuna a distintos ritmos, se sirven bocatas con bot o a los currantes y café con leche a las amas de casa, se juegan veteranas partidas de dominó, se juntan los chavales, se come primero, segundo, postre, café y carajillo, se toman cañas con los colegas, se celebra la pachanga del sábado o simplemente se mata el tiempo cuando la sociedad se empeña en escupirnos del sistema. Y cuando todo parece estar a punto de acabar, cuando el cierre amenaza con bajarse, el bar de nuevo se transforma y llegan una vez más sus gentes..., los de siempre, los de de vez en cuando o los que solo pasaban por allí.

Cae la noche y el ambiente destila incongruencia y genialidad a un tiempo. Los bares se convierten en genuinos afters cañís para canallas intelectuales, en lugares de encuentro o simplemente en refugios donde esconderse antes de llegar a casa. En la barra, los vasos queman y se discuten proyectos, se confían cotilleos, surgen ideas (incluso se redactan consti- tuciones). Se celebran victorias con tercios o se ahogan penas con pelotes. Todo cabe. Rabia, esta, pena, desahogo, risa, entusiasmo o desasosiego. Futbolines, billares y por supuesto tragaperras. Sinfonía de vasos chocando entre sí. El grito de «¡bote!» y la campana. Tapillas de aceitunas y torreznos. El «oído cocina». El menú del día. «¡Marchando un bocadillo calamares!». Risas estridentes. «Pepe, apúntame la dolorosa». El fútbol. El anís El Mono. El baño sin papel. Diálogos de besugos. Conquistas improvisadas. Camareros psicólogos. Una partida de cinquillo. El salir de cañas y acabar de copas.

El catálogo de bares de barrio es interminable. Están los bares de viejos, de clientela asidua y tiempos lentos. También los bares «Pepe», con la grasilla corriendo por los azulejos y las patatas. El bar de la peña, donde los botellines reúnen día tras día a los colegas de siempre. La cafetería de la esquina, con suculenta bollería y frecuentada fundamentalmente por mujeres (porque, para qué negarlo, el ambiente del resto de bares es bastante masculino). Los chinos han generado un nuevo tipo de bar capaz de combinar el arroz tres delicias con los pinchos de tortilla. Por supuesto, también está el bar recién reformado, de grandes cristaleras, que intenta imitar la moda de los bares del centro. Los bares latinos, cuya música y esta parece no tener fin. Y, cómo no, están los bares donde el crapulismo de barrio se da cita, ajeno al paso de tiempo (desde aquí un saludo al gran Bar Río).

Bajar al bar es, en definitiva, como estar en el salón de casa. Se respira camaradería. Es el único sitio donde uno puede decir aquello de «lo de siempre» sin miedo al ridículo, a pesar de que cada día tome algo diferente».

Carabanchaleando. Diccionario de las periferias. Métodos y saberes autónomos desde los barrios. Traficantes de sueños. Madrid, 2017.

miércoles, 16 de agosto de 2017

La vida

«...esta lastimosamente corta tregua en el olvido.»

Karl Menninger. El hombre contra sí mismo. Ediciones Península. Barcelona, 1972.

miércoles, 2 de agosto de 2017

El hambre

«Los nuevos amos del mundo temen con horror a los derechos humanos [...]. Porque es evidente que una política económica, social y financiera que aplique al pie de la letra todos los derechos humanos rompería de inmediato el orden absurdo y mortífero del mundo actual y produciría necesariamente, una distribución más equitativa, satisfaría las necesidades vitales de la gente y las protegería del hambre». 

Jean Ziegler. Destrucción masiva: geopolítica del hambre. Península, 2013.

miércoles, 21 de junio de 2017

La gente loca

«Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares conunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un ¡Ahhh!».

Jack Kerouac. En el camino. ANAGRAMA. Barcelona, 1989.

lunes, 5 de junio de 2017

Ecocidio

«Vivimos en un mundo biológicamente empobrecido en conjunto y donde la inseguridad de los pueblos ha ido en aumento. Un mundo no sólo de exterminio en masa de las especiaes, sino de constante violencia masiva contra las personas; de desprecio selectivo hacia el derecho internacional por parte de algunas naciones poderosas del planeta, y de nuevos niveles de brutalidad contra civiles ejercida por grupos armados; en resumen, un mundo global caracterizado no por el progreso sino por el retroceso en las formas de civilidad y en los principios que rigen las interacciones entre la naturaleza y la sociedad. Durante las últimas décadas, el mundo contemporáneio ha experimentado también cómo ha aumentado el sufrimiento humano y las pérdidas económicas por obra de desastres naturales (sucesos climáticos de un rigor extremo), lo cual, es quizá, un indicio de lo que significa vivir en un mundo en colapso ecológico».

Franz J. Broswimmer. Ecocidio. Breve historia de la extinción en masa de las especies. Editorial LAETOLI. Pamplona, 2007.